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La Medicina en Santo Domingo hace 100 Años, XI

Notas Autobiográficas del Dr. Héctor Read Barreras.




De Regreso de Berlín a Hamburgo



De vuelta a Hamburgo, en Eppendorf tenía nuevamente mi habitación.
Ahora, en vez de entregarme al Servicio del Profesor Brauer, volví al de Cirugía del Prof. Rodelius, porque el Dr. Staut me lo indicó; tenía muchas operaciones, y el Dr. Mulzer se había marchado, durante mi ausencia para un cargo más importante, fuera de Hamburgo. Staut era ahora el segundo y para él, yo estaba todavía en el Rol de Cirugía del Prof. Roedelius.

Entrenamiento en Rayos X

Por las tardes yo asistía a la lectura de radiografías del Prof. Lorey, en el Instituto Roentgen de Medicina, que él dirigía. Por las mañanas, antes de entrar al trabajo de mis obligaciones, asistía a las fluoroscopías gástricas, intestinales, colónicas que hacía el Dr. Krammer asistente titular o el Dr. Damatto, el asistente italiano. Yo me ofrecí para los controles fluoroscópicos, “a las 3 horas”, siempre que podía. (Si no podía, se hacía una placa). Ocasionalmente también examinaba al fluoroscopio algún tórax y ordenaba o no una radiografía, según el caso. El Dr. Krammer quedó después solo, al volver a su patria el Dr. Damatto.1

De este modo me fui familiarizando con las técnicas radiológicas y con el personal.

El equipo del Instituto era muy moderno y comprendía varías máquinas.

El mantenimiento era constante. De pasó anotaré que las paredes intermedias entre los gabinetes de los aparatos eran de cemento Lorey, un material opaco inventado por el propio Prof. Lorey. Nada se movía sin guantes especiales y delantales, a prueba de radiaciones.

El profesor era poco expansivo en su personalidad, aunque siempre atento a cualquier deseo o pregunta. Se reunían varios médicos para oír y ver las placas. Cualquier pregunta era contestada y explicada.

Todo el personal, que incluía un físico, (no médico) era muy consagrado y competente.

Una nota triste, el 15 de marzo, debió ser jueves, nos dio el Prof. Roedelius, la noticia de la muerte del Dr. Freud, uno de nuestros compañeros de estación. El fin de semana anterior, el se retiró con lo que parecía una angina faríngea; sobrevinieron complicaciones y una sepsis se lo llevó en 5 días. El Profesor lo había visitado y estaba consternado por la fatalidad del caso. Todos compartimos la tristeza.

En el mes de marzo(1929) me sentí quebrantado. Me hice reconocer por el Prof. Leblanc, quien me remitió al Cirujano Prof. Brutt. Eran ambos los Profesores asignados para atender a los médicos, en caso de enfermedad.

En la última semana del mes fui operado de una linfodemitis axilar izquierda, por el Prof. Brütt. Me internaron en un cuarto individual de II clase (y libre de gastos). La Diakonesa que me recibió me declaró, pocos días después que creía que yo moría; tal era mi estado postoperatorio.

Me visitaba el Dr. Nicolás Penzo Fondeur, que a la sazón terminaba sus estudios en la Universidad de Hamburgo.

El Prof. Fahr hizo el examen histopatológico de la pieza:Tuberculosis (¿)

Después del cierre de la incisión, quitados los puntos, me mandaron a mí habitación ordinaria. Fui sometido al reposo, sesiones de rayos ultravioleta y de luz eléctrica de una lámpara eléctrica de arco.

La post-cura, debía pasarla en un clima templado-el invierno había sido muy crudo. Lo comenté con el Dr. Penzo: A casa no!! No me dejan volver! Lo consulté con el Dr. Damatto, ya casi resuelto a marchar a Italia, y me hizo los últimos arreglos para ir al sanatorio Vittorio Emanuele III, en Taggia, de Savona, cerca de Génova. Resuelto. ¡Dios se lo pague a Nicolás Penzo, y a Damatto, y a Brütt!...

La Srta. Steinkole me hizo las diligencias para tomar el ferrocarril, por la tarde del día 10 de abril (1929) y el Dr. Penzo me llevó a al Estación de Damtor, sería martes. ¡Bitte, einsteigen!..
.
En la ruta había que cambiar de tren en la parada de Göttingen (a las 9 a.m.) (Gotinga). Me tuve a echar mi maleta al hombro, como los otros pasajeros. Me sentía desfallecer, tan débil estaba todavía. Llegó el tren y ¡adelante! (Recordé el paso aquel de la “Oración en el Huerto”, que Tina Trabou, sacaba del Convento, el sábado del Concilio).

En Basilea, está sellado mi pasaporte a 12 de abril. Al anochecer llegaba yo a Génova. Me instalé provisionalmente en un hotel de la ferrovía, para descansar la noche. Mi salida después de cena fue para comprar un frasco de Emulsión de Scott. Para sorpresa mía, lo encontré en la Farmacia más próxima del vecindario.

Al día siguiente entraba yo a Villa Spinola de Faggia: “Vittorio Emanuele III”.
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Helioterapia

Llegado de mañana al Instituto Helioterápico, me presentaron a la Rev. Sor Bernardina de Siena, jefa del mismo, a la cual entregué una esquela del Dr. Damatto.

Me instalaron en una habitación espaciosa y limpia, con cama de hierro blanco, en cuyo respaldo colgué mi camándula de azabaches. Nos entendimos con las vingti parole que yo sé en italiano.

Luego saludé al Dr. Remotti, el médico Director.

Yo haría un curso de tratamiento helioterápico, con la cual aprendería prácticamente, la técnica de este arte terapéutico: reposo al sol . Así fué. (unas 6 semanas)

Era la segunda semana del mes de abril. Taggia, en la Riviera del Levante, es un sitio encantador. La Villa Spinola, donde está instalado lo que ahora se llama Instituto, es a su vez un lugar hermoso, dedicado al tratamiento de los casos de tuberculosis quirúrgicas ó extrapulmonares, con instalaciones adecuadas. El nombre completo, en italiano, es: Instituto Elioterápico Vittorio Emanuelle III.

Se publicó en esa época, en un periódico diario de Santo Domingo, un artículo que envié al "Listín Diario", intitulado "La Tuberculosis Quirúrgica en los Sanatorios de la Riviera", que anexaré a estos relatos como complemento del trabajo. Por cuyo motivo no insisto en detalles.

Ese artículo está fechado en 1929. Otro artículo intitulado "Por el Codex “, fechado en 1927, enviado desde París, fue publicado en el diario "La Opinión". Asimismo diré del artículo "El B.C.G. en Alemania", desde Hamburgo, en 1930. Son trabajos de divulgación.

Mi permanencia en Taggia, cerca de San Remo, me permitió hacer cortas visitas a esa ciudad, lugar de veraneo de la gente del gran mundo. Conocí de vista al entonces « Kronsprinz » de Alemania.

En esa rutas está Mónaco, que también visité, y ví en el Museo Antropológico los "recuerdos" del hombre primitivo mas preciados.

Me fue fácil también visitar Niza, en el Sur de Francia, donde aproveché ir a la Opera y ver la presentación de "Fausto" de Gounod. Un gran espectáculo fue por entonces el paso del dirigible "Graf Zeppelin II, sobre San Remo, en abril 1929.

En Taggia estuvo visitándome mi padrino don Luis E. Delmonte. El paraba en Alassio, no muy lejos de aquí; aquél es un lugar tranquilo, a donde acuden muchos ricos ingleses. Por correspondencia de mi querido papá, supo don Luis que yo estaba en Taggia, de Savona, cerca de San Remo que él conocía bien. Es un recuerdo de gratitud.

De esa época data el correo aéreo intercontinental, 1929-30. Mi carta (del 23 de Julio 1930) fue la primera que envié por ese medio, a mi querida mamá: cruzó el atlántico via New York y llegó a Santo Domingo, e 4 de Agosto, 12 días después. (Adelanto esta noticia).











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