Notas Autobiográficas del Dr Héctor Read Barreras
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De Regreso a Hamburgo
Como mi permanencia y estudios en Eppendorf eran patrocinados, no tan solo por el noble caballero Carl Th. Georg, sino también por el Prof. Dr. Rudolf Brauer, me mantuve atento con ambos. Me dejaba ver con frecuencia y lo saludaba al último. Mantuve la costumbre de llevar un ramo de flores al Sra. de Brauer, todos los años el día de Año Nuevo. (No se que haría la respetable matrona con tantos ramilletes).
Por lo que digo, me comprometí a asistir a un “Curso de Cocina Diétetica”que patrocinaba el Prof. Brauer, en el mes de Marzo del año 1928, segunda quincena. El curso fue interesante y complementario, por lo práctico, del estudio y práctica de la dietética de la diabetes, y sus complicaciones.
Estos ejercicios eran especiales y no estaban en mi servicio, mientras simpatizaba con mi protector y aprendía algo más.
Intercalo aquí una noticia, el 28 de enero de 1928, se había graduado el Dr. Carl Theodor Georg!!
Durante el mes de marzo de ese mismo año, aproveché para visitar la gran “Feria de Muestras” de Leipzig. Me acompañó la Srta. Steinkohl. Fuimos en un tren especial.
Al llegar a la Feria, me preguntaron si yo era vendedor o comprador. Como no tenía nada que vender, me inscribí como comprador.
La exhibición de maquinarias de los rusos fue asombrosa. Ya se llamaban Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. (U.R.S.S.).
Después de visitar Leipzig, di unas vueltas por Dresden, bonita y rica ciudad y visité Meisen, quiero decir la manufactura de porcelana.
No me detendré ahora en los detalles de este corto viaje (con mi intérprete) que me ocuparía varías páginas.
En el mes de mayo-junio del mismo año recibí la visita de mi querido hermano Horacio, (Doctor en Cirugía Dental) y aprovechamos el tiempo siempre variable de Hamburgo, que se mostró favorable.
Visitamos el Parque Zoológico de Hamburgo donde las fieras, “están sueltas”. Y el “Stadtpark”
.
Fuimos al Cementerio (parque y jardín) de Olsdorf, creo que únicos en el mundo.
Estuvimos en el Teatro y vimos la opera de Wagner “Lohengrin” muy bien presentada; Horacio dijo que la música de esa opera “se entiende”, lo mismo su argumento.
Visitamos otros sitios de diversión, sin faltar un “Bumel” por San Pauli, hasta la Grosse Freiheit, una calle que de este lado es Hamburgo y de la otra acera Altona, quiero decir, el estado de Prusia. En San Pauli él vió el “Instituto Tropical”.
En esa visitamos un estudio fotográfico y nos retratamos juntos: un buen recuerdo. Siguió a París y Nueva York, de regreso.
En ese año, junio 19, logré hacer un viaje especial, al Cabo Norte, el punto más septentrional de Europa. Era un “sueño” infantil mío, el poder contemplar el “Sol de Media Noche”, fenómeno natural que nos asombró a todos, durante los 3 días que pasamos sobre el círculo polar ártico.
Mi primera parada fue en Kiel, donde el Dr. Nicolás Penzo estaba estudiando y allí conocí su gentil novia, y los padres de la misma. Encantado de esta visita. Nos conocíamos él y yo desde Hamburgo, años antes.
Embarcamos en Kiel, en el trasatlántico “Monte Cervantes” con capacidad para mil doscientos pasajeros, un barco de la Hapag.
Copenhague fue nuestra primera parada, para completar el pasaje. Así conocí la capital de Dinamarca que me dejó encantado.
El buen tiempo nos favoreció y así pudimos disfrutar, sin muchas molestias de mareo, el largo viaje principiado.
Maravillosos son los fiordos o fiords de Noruega: golfos estrechos y profundos “cauces de antiguos heleros. Aquí abajo el mar tranquilo, arriba la costa, cortada y lisa, a centenares de metros de altura. Nuestro trasatlántico, de tan gigantes proporciones, parecería un juguete.
Desembarcamos en algunos puntos de la ruta, para visitar pisando sobre hielos seculares, heleros o ventisqueros y picos de perpetuas nieves. En otro punto, a más de 10 kilómetros, caminados a pié, con provisión de alimentos para el viaje, llegamos a un sitio de tres cascadas altísimas, como blancos gajos de cabellos, que caían de las “Tres Hermanas”: nombre de las cataratas. Al regreso por la tarde, estuve a punto de desplomarme por el cansancio del fatigoso viaje a pie. La temperatura externa era de cerca de 0 grado centígrado.
En mi grupo de turistas alguien dio el grito ¡Humel humel! Es una expresión de turistas del bajo alemán hamburgés, que yo contesté ¡Mors mors! Palabra del mismodialecto, que debe tener “mal olor”, aunque graciosa... pero que atrae amistades entre “compueblanos”. No sé gran cosa del dialecto hamburgés; ya Grette me había conseguido, una vez, entrada para el teatrico del pueblo. Parece mentira que siempre tiene lleno completo. La verdad es que el dialecto es sumamente expresivo.
El punto culminante del viaje fue Hammerfest, el puerto más septentrional de Europa. Allí hay un modesto monumento que recuerda la medida del meridiano terrestre, hecha para tomar la unidad base -el metro- del sistema decimal de pesos y medidas.1
La otra medida, con el mismo propósito y fin, se tomó en Pichincha, en Sudamérica.
Hammerfest tiene una iglesia católica, que visité. Está dedicada a Santa Inés.
En Noruega disfrutamos del bacalao fresco, excelentes platos del país.
El sábado 28 de julio fui invitado por mi pasado jefe el Prof. Dr. Reihe y su distinguida señora a una gira campestre. Estaban también, como invitados, todos los médicos que antes habían trabajado en su Servicio de Medicina. Los acompañaban las esposas, si eran casados.
Después de un viaje por el Elba, en un vaporcito llegamos a un campo del Luhe. Hacía buen tiempo. Nota importante en toda fiesta hamburguesa, aunque no sea campestre.
Después de la mesa del café, en la que éramos unos 50, hicimos un paseo a pie por el campo. Los árboles frutales estaban cargados de frutas sazonadas que gastamos. A la orillas del río (Elba) contemplábamos el desfile de los trasatlánticos y los buques de carga, con sus distintas banderas. Por cierto que también pasó un buque, Barbara, impulsado por maquinaria de viento, pero sin motor, ni velas, (1) rumbo a España.
A la hora de cenar, nos reunimos otra vez en el Fährhaus. Mi viejo jefe me distinguió con el primer puesto. Comimos en una animada charla.
A la hora de los postres, algunos jóvenes y damas, hicieron representaciones chistosas que fueron del agrado general. No faltó música ni baile: En la orquesta el Prof. era el primer violín, el colega Wiele el segundo, otros asistentes médicos tocaban cello y contrabajo y el piano de la casa completaba el conjunto. Cuando regresamos eran las 3:30 de la madrugada (domingo). Kolossal!
Para mi fue toda una sorpresa agradable y que agradecí.
Lo comuniqué a casa.
1 El sistema métrico fue’votado por la Asamblea Constituyente, de la Rev. Francesa, 1790.
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