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14.La Medicina en Santo Domingo hace 100 Años, Parte XIV

Notas autobioráficas del Dr. Héctor Read


Regreso a la República Dominicana

Estaba preparando mi viaje de regreso, desde que recibí mi diploma de Doctor en Medicina de la Universidad de Hamburgo el 6 de agosto de 1930 -la fecha del título-. Uno de mis pasos previos fué el asegurarme el pasaje en un barco de la “Línea Horn”, que era la Linea que mensualmente, aunque sin fecha, hacía la travesía hasta los puertos dominicanos, desde Hamburgo.

Recordando siempre que mi viaje en 1925 se había facilitado en virtud de una combinación con el médico de abordo del “Therese Horn” de entonces, se me ocurrió escribir a la Compañía Naviera de Horn directamente. Les escribí recordando el hecho y dándole otra vez las gracias por su pasado apoyo. Ahora les ofrecía, sin recompensa alguna, mis servicios como médico del barco de su Línea que me desembarcara en la República Dominicana, a donde quería regresar, terminados ya mis estudios de especialización en Alemania.

La respuesta fué, que ponían a mi disposición el Camarote Número Uno del “Motorschiff Frieda Horn”, que me reservaban para salir el 24 de septiembre del Puerto de Hamburgo. Las nuevas regulaciones no pedían un médico de abordo y por ese motivo no podían darme el “puesto”. Sólo tendría que pagar medio pasaje, sin ninguna otra obligación. Acepté el obsequio.

San Zenón
Los periódicos diarios de Hamburgo traían noticias el jueves, de un Huracán en Santo Domingo. Los del sábado y domingo traían fotografías. Yo acababa de recibir un telegrama de casa, diciendo brevemente lo ocurrido el miércoles en la tarde, 3 de sepriembre. El Cónsul Garrigosa se reunió el domingo con otros latinos, y me llamó al “alster Pavillion”. Allí se comentó la desgracia de mi patria. Se abrió una suscripción de ayuda; yo aporté unos 100 Marcos que tenía en mi cartera.
Destozos de "San Zenón"

Algunos días después, el Cónsul de Honduras me devolvió mi dinero. Nadie mas había aportado nada mas......Cayó el telón.

Preparativos
El ajetreo de los preparativos de un viaje trasatlántico es grande, porque hay muchas cosas que hacer, antes de despedirse.

Conseguí un trabajador “desocupado” que me arregló mi caja de libros, con letreros impresos en una imprenta, flejes, etc.

Dejé a mis camareros y sirvientes, ropa de invierno, en buen estado, de mi uso. Dejé mi vieja cámara fotográfica. En esos días había recibido una Zeiss-Ikon de mis amigos los Rosenberg, directamente de Fábrica. Con esa cámara vine, terciada al hombro. También traje unos prismáticos “Silvamaren” Zeiss y unos “Galau”, de teatro, H.R.B. Marcados.

Salutaciones
Una de las visitas de despedida mas importantes, fué la del Prof. Dr. L. Brauer. Nos sentimos emocionados. El dictó a la Srita. Secretaria, de memoria, un certificado con fechas aproximadas de mi permanencia en Eppendorf-Hamburgo, bajo su patronato. Me regaló un retrato con su vera-efigie en bronce. Me aseguró, mas que deseó, mis buenos éxitos como un “eppendorfer”. No sé cómo agradecerle!

Otra visita de despedida, la hice al Prof. e. Fahr, en el Instituto Patológico. De su puño y letra me extendió un certificado que me enorgullece mucho. Los compañeros me felicitaron al leerlo. Yo lo he leído también varias veces.

Tengo otro certificado que me recuerda mis saludos de despedida al Prof. B. Nocht, Director del “Institut für Schiffs-und-Tropenkrankheiten”, precisamente calle de Bernardo Nocht, Num 74, para mas especificación y celebridad del egregio señor Director.

Para mi regreso me obsequió el Técnico Asistente de Bacteriología una colección de cultivos de bacterias patógenas, en tubos de vidrio protegidos por un estuche de metal y otro de madera, cuadrado, que traje cómodamente en mi equipaje.

Me ayudó en mis diligencias de viaje la Srita. María Andrae, la Técnica Asistente del Prof. Roedelius, de Eppendorf.

La víspera de mi salida, por la tarde, el Prof. E.G. Nauck me ofreció un té -de despedida- en el Comedor del Instituto Tropical. Nos reunimos jefes médicos, asistentes, ayudantes técnicos y diakonesas. Se ofreció un té caliente con masas y pasteles, al uso de esos casos. (El Dr. N. Penzo estaba entre los presentes).

El Prof. dijo algunas palabras, algunos recitaron versos y al final yo agradecí improvisadas gracias en el momento, recordando los agradables momentos de mis años en Alemania y la cálida acogida, finalmente, en el Tropen, que vivirán siempre en mis corazón con el recuerdo de mis muchos amigos en Alemania.

Era ya el 23 de Septiembre. En la prima noche visité mis amigos en Eppendorferbaum, los buenos viejos Harms y algunos amigos vecinos, informados de mi viaje. En Hamburgo, con mas de un millón de habitantes, ocurren cosas de vecindarios de aldeas, me habían dicho ya.

Los esposos Harms, (Clärchen y Inchu ya estaban en Uruguay) me acompañaron al día siguiente, miércoles 24, día de N.S. de la Merced, patrona dominicana. Fuimos hasta el inmenso Puerto de Hamburgo, y sin dificultad encontrmos el muelle donde estaba atracado el “Motorschiff Frieda Horn”.

Ya a bordo, la primera persona que encuentro es un viejo tripulante del “Theresa Horn, Karl Gründer, ahora Mayordomo. Felíz encuentro! Él también se alegró mucho.

El Viaje de Regereso

El “Frieda Horn” levó anclas el 24 de septiembre como estaba anunciado. En la noche entrábamos en el Mar del Norte -con buen tiempo- para llegar a Rotterdam, en Holanda, donde nos detuvimos un día.

En este puerto, subió abordo un amigo dominicano, el señor Rubén Fiallo, muy amigo de la Srta. Rhina Espaillat Brache. Cosa curiosa, durante nuestra entrevista, queriéndose él informar del viaje, sólo hablamos el idioma alemán; si alguien nos oía no creería que eramos latinoamericanos. Él habló enseguida con el Purser, a quien lo introduje. Nos despedimos.

Al día siguiente ya estábamos otra vez en alta mar. “Frieda Horn” tenía poca capacidad para pasajeros. Había pocos camarotes disponibles. A la hora del almuerzo, me tocó acompañar a dos Reverendas Hermanas, belgas, que iban con destino a Haití. El barco tenía programado llegar a un puerto del oeste de nuestra Isla. Ellas habían embarcado en Rotterdam, Holanda.

Se dieron cuenta, por nuestra conversación, las Hermanas, que yo era católico práctico. Ellas hablaban francés, como belgas cultos lo hacen. Se interesaban por el español y tenían idea de la división de la Isla, ante todo en cuanto a idioma se refiere.

Por cierto tenían alguna dificultad de traducción en los últimos versitos de las letanías de la Virgen, los del Agnus dei, qui tollis pecata mundi, etcétera. Creo que pude ayudarlas en lo que deseaban.

La travesía del Océano, de regreso, ya no tenía el interés ni despertaba en mí la curiosidad novelera del año 1925, en el viaje de ida. El tiempo se portó muy bien.

En casa, papá y mamá, mis hermanos Horacio y Eduardo, ya estaban avisados.

En cuanto a los desastres de San Zenón me era difícil formarme una idea clara. Esperaba..... Mis padres me referían, a veces, lo del Ciclón de Lilís. También muchos viejos, no muy viejos, contaban.... Esto habría sido peor que aquello.....

A bordo, yo leía a ratos. A ratos jugaba Steinen (dominó alemán). Dormitaba sobre la cubierta. Aguardaba las horas de las comidas, que se anunciaban con un “gong” (batintín chino: diccionario).

A medio día esperaba la observación cosmográfica. Cuantas millas?. Luego un traguito o una cerveza.

La gente marina , jugaba con aros de cuerdas. Por la prima-noche , a veces cantaban.

La comida, aunque trataban de variarla y era buena por lo sana, llegaba a repetirse demasiado. Un chiste no faltaba: El mesero preguntaba s la Rev. Madre superiora, cortésmente y en francés “Du soupé?”

Ella invariablemente le respondía: -”De la soupé- Oui!” (en buén francés, femenino).

Aunque la contemplación de los fenómenos naturales siempre es interesante e instructiva, el hecho de conocerlos, por el viaje de ida, despierta menos la atención.

No cabe duda, que ahora a bordo, cada amaneder, como debió pasarle a Don Cristóbal Colón, trae la esperanza de acercarse a tierra. Por eso, la hora de las observaciones astronómicas de a medio-día y el cambio de la hora del reloj, eran esperanza y aliento diario en el pasaje y en el pasajero que retornaba a casa; ya lo repito.

Después de 18 días de viaje llegamos a Puerto Plata. Era la costumbre, por entonces, desembarcar en Puerto Plata y en automóvil atravesar la Isla hasta la Capital, Santo Domingo. El equipaje mayor quedaba a-bordo. Lo entregaban después en Santo Domingo, porque el "Frieda”seguía costeando de puerto a puerto, en el mismo viaje.

Me recibieron en Puerto Plata mi papá y mis hermanos Horacio y Eduardo. En la casa quedaron esperando, mi mamá y Ernestina, la esposa de Horacio.

Abrazos sentimentales! Agradable es el regreso, después de largos años, Besos de cariño! Gracias a Diós!, papá!....

Hicimos el viaje, en carro y sin parada; en pleno día, claro. Eso me permitió contemplar la naturaleza, la vegetación principalmente el calor del aire....

Al bajar de La Cumbre, ya se notaba una diferencia. La vegetación había sido destrozada por los vientos desorbitados del San Zenón!!! Más se notaba a medida que nos acercábamos hacia el sur y buscando la Capital. La entrada por las partes mas atacadas de la ciiudad, a mas de un mes de la catástrofe, todavía dejaba ver los estragos de aquella tormenta.

Pronto supe que mi tía Emilia Librada de Lovelace (viuda) había muerto la tarde anterior (protovíctima del San Zenón). Estaba muy quebrantada, en su enfermedad del corazón ( como Doña Belvineta, mi abuela, q.e.p. Descanse).

Llegado a casa, en la calle del Padre billini No.20 me aguardaba el amor de mis amores, mamá!.... No puedo decir mas!....Te-Deum!

La casa había sido maltratada por los vientos del ciclón . Las lluvias habían sido torrenciales, diluvianas! Hasta los cuadros que colgaban de las paredes habían sufrido destrozos!

Al otro día, cuando dimos un paseo por la Ciudad, acabé de darme cuenta de aquello!

Polimnia me refirió de cómo ella y sus hermanos habían resistido las iras furiosas en el Ingenio San Luis, donde trabajaba uno de sus hermanos y ella esperaba al novio. Nos encontramos en la casa de Fidelita de la Mota de Félix, empleado importante del Banco Nacional -situado en Villa Consuelo, parte norte de la Capital. (A esta fecha creo que sólo quedan las ruinas de esa casa).



El país estaba en la mayor crisis. Las gentes al saludo respondían: Estamos vivos!, Gracias a Diós! Se decía entonces que el ciclón había entrado a la Capital por la parte cerca de Boca Chica. La trayectoria parece haberse perdido después de la Cordillera Central. Al parecer de algunos, ya debilitado, saldría dela Isla cerca de Montecristi. Mas allá de la Cordillera, no se sintió gran cosa.



La entrada fué súbita. El aviso no creído, sino ante los hechos. Durante la calma del vórtice, mucha gente salió a la calle: Muchos borrachos. Muchos ladrones. Cuando volvieron los vientos, la mortandad fué enorme. Incineraron cadáveres por montones, en la “Plaza Colombina”, “Plaza Eugenio María de Hostos”, hoy – así me contaron.....

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