por William Read, LfM THH (Alemania)
Recientemente el Tribunal Constitucional de la República Dominicana pronunció la decisión de revisar el otorgamiento ilegal de la nacionalidad dominicana a miles de niños nacidos en el país de padres extranjeros con permanencia ilegal en el país.
Notables hombres de la pluma, pero sin conocimiento de la materia, se han atrevido a cuestionar la sentencia. Un conocido comentarista de televisión, alegó que el hijo de un haitiano que picaba caña era dominicano, porque su padre tenía un contrato de trabajo con el Consejo Estatal del Azúcar al momento de nacer. Oh? Y los hombres paren? El Jus Solis se origina en Estados Unidos con la finalidad de poblar su extenso territorio en un tiempo mas breve. En la República Dominicana nunca ha existido el Jus Soli.
El siguiente artículo narra las vivencias migratorias del autor en casi 8 años de permanencia -legal- en Alemania (1960-1968).
Becados por el Sevicio Alemán de Intercambio Académico (siglas DAAD en alemán), llegamos el Domingo 29 de Febrero de 1960 a Munich, Miguel y yo; la ciudad estaba de fiesta y preguntando qué celebraban, nos dijeron "Fasching". Es el nombre que le ponen los bávaros al carnaval. En 1960 no había visado europeo común y cada país decidía la modalidad de entrada de extranjeros a su conveniencia. Teníamos los dominicanos un acuerdo bilateral de reciprocidad y entrabamos a Alemania Federal sin visa.
Al día siguiente fuimos al Instituto Goethe, donde nos esperaban para enviarnos a una escuela de perfeccionamiento del idioma alemán; nos enviaron a una escuela en una aldea al pié de los Alpes donde tomamos cerca de 270 horas de alemán en 2 meses (33 horas por semana). Todos éramos extranjeros, unos 60 estudiantes. Ya la primera semana nos invitaron a llenar un formulario de registro policial de residencia (en alemán "Polizeilische Anmeldung"), declarando bajo juramento nuestro domicilio; debíamos conservar la copia junto a nuestros pasaportes, como prueba de la legalidad de nuestra estadía. Era un papel verde.
Terminado el curso intensivo de alemán de 2 meses, recibimos diplomas de suficiencia acreditados por el estado alemán en una ceremonia sencilla; nos desearon feliz estadía en las universidades a que estábamos asignados. Antes de partir -nos explicaron- debíamos cambiar nuestro registro policial por otro llamado de cesación de residencia (en alemán "Polizeilische Abmeldung"), ya que sin ese documento no obtendríamos el nuevo en la localidad de Alemania donde íbamos a estudiar. Así lo hicimos y nos dieron el nuevo documento para conservar junto al pasaporte. Era un papel azul.
Miguel y yo estábamos asignados a la Universidad Técnica de Hannover. Salimos al atardecer en tren y amanecimos en Hannover. Dejamos los equipajes en depósito en la estación de ferrocarril y nos fuimos directo a la Universidad. Nuestra sorpresa fué grande al entender lo que hablaban los niños en el tranvía; en los Alpes los bávaros hablaban algo parecido al alemán que nunca habíamos entendido. Ya en la Universidad nos buscaron dónde vivir y formalizamos nuestra inscripción en la Universidad. Tan pronto nos instalamos, un par de días mas tarde, fuimos al registro policial de residencia y declaramos nuestro nuevo domicilio; nos cambiaron el papel azul por uno verde otra vez, que conservamos dentro de nuestros pasaportes.
Como parte de nuestro entrenamiento de postgrado, nos hicieron trabajar varias veces -por corto tiempo y bien pago- en asuntos relacionados con nuestra profesión de Ingeniero Civil. Del contacto con la Industria de la Construcción surgió la posibilidad de trabajar luego de concluído el postgrado, en Abril de 1962, cosa que acepté de buena gana. En un viaje relámpago Miguel se casó con su novia en Santo Domingo y volvió a Hannover a terminar su postgrado. Tuvieron una hija que es dominicana, a pesar de estar ambos residiendo legalmente en Hannover.
Miguel regresó con su nueva familia. Me trasladé a Frankfurt a trabajar en asuntos relacionados con mi especialidad, no sin antes obtener mi cesación de residencia en Hannover; en Frankfurt volví a declarar el nuevo domicilio; los mismos cambios de hoja verde por azul y de azul por verde otra vez. En Frankfurt permanecí hasta Diciembre de 1962. Regresé al país atraído por la nueva democracia que nacía en la República Dominicana; voté el 20 de Diciembre, comencé a trabajar mi profesión y hasta lo hice como contratista.
Pero en Septiembre del 1963, un golpe de estado destruyó mi entusiasmo y mi empleador alemán me invitó a regresar a Alemania a seguir trabajando. Acepté la propuesta a pesar de las lágrimas de mi madre. Al mes siguiente estaba de nuevo en Alemania, sin visa otra vez y llené el formulario de registro policial de residencia tan pronto conseguí dónde vivir. Como ahora ya no era becario y venía esta vez específicamente a trabajar, me exigían contrato de trabajo previo y sellaron mi pasaporte, dándome un plazo de 30 días para abandonar el país.
Cuando enseñé el pasaporte a mi empleador, el Sr. Henning, éste se dirigió personalmente a la Oficina de Registro Policial de Residencia con mi pasaporte y declaró que yo estaba trabajando para él después de hacerme venir desde República Dominicana porque en el año anterior había demostrado condiciones favorables para desempeñar el cargo de Ingeniero de Proyectos. Se hizo responsable por mí mientras estuve trabajando para su compañía. Me otorgaron un Permiso de Trabajo en la oficina del Ministerio de Trabajo correspondiente.
Después de un año transcurrido mi trabajo de campo ya era rutina; viajaba mucho al interior y aveces llegaba a mi casa los viernes por la noche para llevar la ropa sucia a la lavandería el sábado, recoger la ropa limpia de la semana anterior para arrancar el lunes de madrugada de nuevo. En mis viajes al interior hice contactos con muchas compañías del sector (puentes de hormigón pretensado); en una recibí una propuesta de trabajo que me agradó y la acepté. Era para hacer trabajo de gabinete en una oficina de ingenieros consultores de Heidelberg. Renuncié al trabajo anterior, me mudé de ciudad (y de Estado dentro de Alemania), cambié la hoja verde por una azul otra vez.
Advertí a mi nuevo empleador que necesitaba renovar el Permiso de Trabajo, válido por un año, a lo que él accedió a endosar mi solicitud. Cuando la Oficina del Ministerio de Trabajo le preguntó porqué el daba trabajo a un extranjero, él le contestó por escrito que si ellos tenían tres alemanes disponibles para ese cargo, él le daría empleo a los tres alemanes y a mí también. Ahora con mi Permiso de Trabajo fuí al registro policial de residencia a cambiar mi hoja azul por la verde. Eso creía yo, pero no fué así....
En Alemania los reglamentos de aplicación de las leyes varían de estado a estado, y en el nuevo estado (Baden-Würtemberg), exigían a los extranjeros -además del Permiso de Trabajo- depositar en una cuenta "congelada" el monto del viaje de regreso del extranjero a su país de origen. Exigieron entonces a mi nuevo empleador, el Sr. Bung, depositar en 3 cuotas mensuales descontadas de mi salario, el monto a congelar en una cuenta de banco. Sólamente cuando yo fuera a abandonar el país se me devolvería dicha suma. Y así fué.
Mi primer "Permiso de Permanencia" me fué impreso en el pasaporte en Diciembre de 1964; válido por un año, que debía renovar religiosamente. Lo renové 3 veces: en Diciembre del 1965, 1966 y 1967. En todos los 4 casos pusieron un sello que decía "Prohibido ejercer oficio independiente". Ese sello fué una de las causas que me empujó a regresar a mi país. La principal causa de mi regreso fué darme cuenta del tratamiento que los alemanes daban a los envejecientes: mi futuro como empleado era una pensión de retiro a los 65 años y que mis hijos -que aún no tenía- me visitaran 3 veces al año en un asilo de ancianos. Esa parte de la cultura alemana no la pude absorber, mucho menos teniendo aun a mis padres vivos.
Cuando iba a regresar fuí a la oficina de registro policial y me dieron una carta para el banco para liberar los fondos congelados; con ese dinero pagué mi viaje de regreso en barco en Mayo de 1968. Tres semanas mas tarde llegué a casa, a comenzar de cero, después de haber subido al 5to lugar en el escalafón de la Oficina de Consultores del Ing. Bung en Heidelberg, Alemania. Debo decir que el Sr. Bung me ofreció abrir una sucursal de esa oficina en Santo Domingo. Postergué la decisión por no decir que no.
Recientemente el Tribunal Constitucional de la República Dominicana pronunció la decisión de revisar el otorgamiento ilegal de la nacionalidad dominicana a miles de niños nacidos en el país de padres extranjeros con permanencia ilegal en el país.
Notables hombres de la pluma, pero sin conocimiento de la materia, se han atrevido a cuestionar la sentencia. Un conocido comentarista de televisión, alegó que el hijo de un haitiano que picaba caña era dominicano, porque su padre tenía un contrato de trabajo con el Consejo Estatal del Azúcar al momento de nacer. Oh? Y los hombres paren? El Jus Solis se origina en Estados Unidos con la finalidad de poblar su extenso territorio en un tiempo mas breve. En la República Dominicana nunca ha existido el Jus Soli.
El siguiente artículo narra las vivencias migratorias del autor en casi 8 años de permanencia -legal- en Alemania (1960-1968).
Becados por el Sevicio Alemán de Intercambio Académico (siglas DAAD en alemán), llegamos el Domingo 29 de Febrero de 1960 a Munich, Miguel y yo; la ciudad estaba de fiesta y preguntando qué celebraban, nos dijeron "Fasching". Es el nombre que le ponen los bávaros al carnaval. En 1960 no había visado europeo común y cada país decidía la modalidad de entrada de extranjeros a su conveniencia. Teníamos los dominicanos un acuerdo bilateral de reciprocidad y entrabamos a Alemania Federal sin visa.
Al día siguiente fuimos al Instituto Goethe, donde nos esperaban para enviarnos a una escuela de perfeccionamiento del idioma alemán; nos enviaron a una escuela en una aldea al pié de los Alpes donde tomamos cerca de 270 horas de alemán en 2 meses (33 horas por semana). Todos éramos extranjeros, unos 60 estudiantes. Ya la primera semana nos invitaron a llenar un formulario de registro policial de residencia (en alemán "Polizeilische Anmeldung"), declarando bajo juramento nuestro domicilio; debíamos conservar la copia junto a nuestros pasaportes, como prueba de la legalidad de nuestra estadía. Era un papel verde.
Terminado el curso intensivo de alemán de 2 meses, recibimos diplomas de suficiencia acreditados por el estado alemán en una ceremonia sencilla; nos desearon feliz estadía en las universidades a que estábamos asignados. Antes de partir -nos explicaron- debíamos cambiar nuestro registro policial por otro llamado de cesación de residencia (en alemán "Polizeilische Abmeldung"), ya que sin ese documento no obtendríamos el nuevo en la localidad de Alemania donde íbamos a estudiar. Así lo hicimos y nos dieron el nuevo documento para conservar junto al pasaporte. Era un papel azul.
Miguel y yo estábamos asignados a la Universidad Técnica de Hannover. Salimos al atardecer en tren y amanecimos en Hannover. Dejamos los equipajes en depósito en la estación de ferrocarril y nos fuimos directo a la Universidad. Nuestra sorpresa fué grande al entender lo que hablaban los niños en el tranvía; en los Alpes los bávaros hablaban algo parecido al alemán que nunca habíamos entendido. Ya en la Universidad nos buscaron dónde vivir y formalizamos nuestra inscripción en la Universidad. Tan pronto nos instalamos, un par de días mas tarde, fuimos al registro policial de residencia y declaramos nuestro nuevo domicilio; nos cambiaron el papel azul por uno verde otra vez, que conservamos dentro de nuestros pasaportes.
Como parte de nuestro entrenamiento de postgrado, nos hicieron trabajar varias veces -por corto tiempo y bien pago- en asuntos relacionados con nuestra profesión de Ingeniero Civil. Del contacto con la Industria de la Construcción surgió la posibilidad de trabajar luego de concluído el postgrado, en Abril de 1962, cosa que acepté de buena gana. En un viaje relámpago Miguel se casó con su novia en Santo Domingo y volvió a Hannover a terminar su postgrado. Tuvieron una hija que es dominicana, a pesar de estar ambos residiendo legalmente en Hannover.
Miguel regresó con su nueva familia. Me trasladé a Frankfurt a trabajar en asuntos relacionados con mi especialidad, no sin antes obtener mi cesación de residencia en Hannover; en Frankfurt volví a declarar el nuevo domicilio; los mismos cambios de hoja verde por azul y de azul por verde otra vez. En Frankfurt permanecí hasta Diciembre de 1962. Regresé al país atraído por la nueva democracia que nacía en la República Dominicana; voté el 20 de Diciembre, comencé a trabajar mi profesión y hasta lo hice como contratista.
Pero en Septiembre del 1963, un golpe de estado destruyó mi entusiasmo y mi empleador alemán me invitó a regresar a Alemania a seguir trabajando. Acepté la propuesta a pesar de las lágrimas de mi madre. Al mes siguiente estaba de nuevo en Alemania, sin visa otra vez y llené el formulario de registro policial de residencia tan pronto conseguí dónde vivir. Como ahora ya no era becario y venía esta vez específicamente a trabajar, me exigían contrato de trabajo previo y sellaron mi pasaporte, dándome un plazo de 30 días para abandonar el país.
Cuando enseñé el pasaporte a mi empleador, el Sr. Henning, éste se dirigió personalmente a la Oficina de Registro Policial de Residencia con mi pasaporte y declaró que yo estaba trabajando para él después de hacerme venir desde República Dominicana porque en el año anterior había demostrado condiciones favorables para desempeñar el cargo de Ingeniero de Proyectos. Se hizo responsable por mí mientras estuve trabajando para su compañía. Me otorgaron un Permiso de Trabajo en la oficina del Ministerio de Trabajo correspondiente.
Después de un año transcurrido mi trabajo de campo ya era rutina; viajaba mucho al interior y aveces llegaba a mi casa los viernes por la noche para llevar la ropa sucia a la lavandería el sábado, recoger la ropa limpia de la semana anterior para arrancar el lunes de madrugada de nuevo. En mis viajes al interior hice contactos con muchas compañías del sector (puentes de hormigón pretensado); en una recibí una propuesta de trabajo que me agradó y la acepté. Era para hacer trabajo de gabinete en una oficina de ingenieros consultores de Heidelberg. Renuncié al trabajo anterior, me mudé de ciudad (y de Estado dentro de Alemania), cambié la hoja verde por una azul otra vez.
Advertí a mi nuevo empleador que necesitaba renovar el Permiso de Trabajo, válido por un año, a lo que él accedió a endosar mi solicitud. Cuando la Oficina del Ministerio de Trabajo le preguntó porqué el daba trabajo a un extranjero, él le contestó por escrito que si ellos tenían tres alemanes disponibles para ese cargo, él le daría empleo a los tres alemanes y a mí también. Ahora con mi Permiso de Trabajo fuí al registro policial de residencia a cambiar mi hoja azul por la verde. Eso creía yo, pero no fué así....
En Alemania los reglamentos de aplicación de las leyes varían de estado a estado, y en el nuevo estado (Baden-Würtemberg), exigían a los extranjeros -además del Permiso de Trabajo- depositar en una cuenta "congelada" el monto del viaje de regreso del extranjero a su país de origen. Exigieron entonces a mi nuevo empleador, el Sr. Bung, depositar en 3 cuotas mensuales descontadas de mi salario, el monto a congelar en una cuenta de banco. Sólamente cuando yo fuera a abandonar el país se me devolvería dicha suma. Y así fué.
Mi primer "Permiso de Permanencia" me fué impreso en el pasaporte en Diciembre de 1964; válido por un año, que debía renovar religiosamente. Lo renové 3 veces: en Diciembre del 1965, 1966 y 1967. En todos los 4 casos pusieron un sello que decía "Prohibido ejercer oficio independiente". Ese sello fué una de las causas que me empujó a regresar a mi país. La principal causa de mi regreso fué darme cuenta del tratamiento que los alemanes daban a los envejecientes: mi futuro como empleado era una pensión de retiro a los 65 años y que mis hijos -que aún no tenía- me visitaran 3 veces al año en un asilo de ancianos. Esa parte de la cultura alemana no la pude absorber, mucho menos teniendo aun a mis padres vivos.
Cuando iba a regresar fuí a la oficina de registro policial y me dieron una carta para el banco para liberar los fondos congelados; con ese dinero pagué mi viaje de regreso en barco en Mayo de 1968. Tres semanas mas tarde llegué a casa, a comenzar de cero, después de haber subido al 5to lugar en el escalafón de la Oficina de Consultores del Ing. Bung en Heidelberg, Alemania. Debo decir que el Sr. Bung me ofreció abrir una sucursal de esa oficina en Santo Domingo. Postergué la decisión por no decir que no.
El famoso jus solis de los Estados Unidos no aplica en República Dominicana y el suelo no da nacionalidad por "default" como allí. Eso se lo inventaron los norteamericanos en su afán por poblar su vsto territorio lo msas rápido posible, para tener soldados que mandar a las guerras!
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