por William Read
Esto que voy a contar sucedió en realidad. He variado nombres, sitios y circunstancias para no delatar a los protagonistas verdaderos, quienes posiblemente no les agrade verse publicado en un blog.....
A Juan lo mandaron a estudiar al extranjero para alejarlo de amistades y compromisos políticos que hubieran podido provocar que su vida peligrara. Como buen revolucionario, al fín, le gustaban los pertrechos de guerra de todo tipo. Los dibujaba, buscaba libros y revistas en las bibliotecas con informaciones relativas a esos artefactos.
Un día descubrió una tienda de armas con gran variedad de rifles de cacería, revólveres y pistolas. Se encariñó con una en particular y cada vez que se hallaba en la vecindad de esa tienda entraba a mirarla; hasta que un día preguntó cuánto costaba y qué documentación debía traer para adquirirla. Necesitaba su pasaporte para llenar una solicitud de compra y el dinero. Debía además, esperar unos días hasta obtener la aprobación, por parte de las autoridades policiales, de la solicitud de compra.
Después de hacer algunos ahorros y pedir fondos extraordinarios a sus padres para comprar ropa de invierno, se apersonó un día a efectuar la transacción y días después pudo recoger su codiciada pistola, una Luger automática. La desarmaba y la armaba todos los días; era su tesoro mas preciado.
Después de varios semestres con rendimiento académico pobre, se enteraron sus padres de su status en la universidad; había un vínculo familiar con el cónsul de su país que se enteró -a requerimiento de los padres del muchacho- de las andanzas de nuestro amigo.
Así las cosas, los padres del muchacho le pidieron al cónsul amigo que pusiera a Juan en un avión de vuelta a su país. Ahora no sabía cómo hacer para llevar consigo el arma a casa. Pasaban los días y se le ocurrió pasarla escondida dentro de una grabadora de cinta magnética, unos aparatos con la dimensión de una maleta pequeña que usaba 2 carretes de unas 5 pulgádas de diámetro.
Desarmó la pistola en sus partes componentes y amarró las piezas al mecanismo de la grabadora .
Llegó el día de la salida del viaje de regreso. Juan se presentó temprano en casa del cónsul para que lo llevara al aeropuerto; de camino a la terminal indagó si existían en ese aeropuerto sistemas de rayos x para inspeccionar el equipaje y al escuchar la respuesta afirmativa le corrieron sudores fríos y un cosquilleo le subió por el estómago repentinamente. Optó por abandonar el atrevido intento de llevar su pistola a su país y con tristeza "olvidó" intencionalmente la grabadora en el baúl del Jaguar del cónsul......
Cuando el cónsul vino a darse cuenta de la grabadora olvidada habían pasado varios días de la salida de Juan hacia el país. Como los cónsules se codean con los agentes navieros, un día le pidió el cónsul al capitán de un barco que precisamente se dirigía a donde vivia Juan, que por favor hiciera llegar la grabadora al Joven estudiante. Y así lo hizo. Al llegar el buque al lejano puerto, el capitán bajó del barco con su grabadora el la mano, tomó un taxi hasta donde Juan. Gran susto se dió otra vez el muchacho al ver su aparato en manos de un hombre uniformado; uniformado de capitán de navío mercante, gracias a Dios!!!
Esto que voy a contar sucedió en realidad. He variado nombres, sitios y circunstancias para no delatar a los protagonistas verdaderos, quienes posiblemente no les agrade verse publicado en un blog.....
A Juan lo mandaron a estudiar al extranjero para alejarlo de amistades y compromisos políticos que hubieran podido provocar que su vida peligrara. Como buen revolucionario, al fín, le gustaban los pertrechos de guerra de todo tipo. Los dibujaba, buscaba libros y revistas en las bibliotecas con informaciones relativas a esos artefactos.
Un día descubrió una tienda de armas con gran variedad de rifles de cacería, revólveres y pistolas. Se encariñó con una en particular y cada vez que se hallaba en la vecindad de esa tienda entraba a mirarla; hasta que un día preguntó cuánto costaba y qué documentación debía traer para adquirirla. Necesitaba su pasaporte para llenar una solicitud de compra y el dinero. Debía además, esperar unos días hasta obtener la aprobación, por parte de las autoridades policiales, de la solicitud de compra.
Después de hacer algunos ahorros y pedir fondos extraordinarios a sus padres para comprar ropa de invierno, se apersonó un día a efectuar la transacción y días después pudo recoger su codiciada pistola, una Luger automática. La desarmaba y la armaba todos los días; era su tesoro mas preciado.
Después de varios semestres con rendimiento académico pobre, se enteraron sus padres de su status en la universidad; había un vínculo familiar con el cónsul de su país que se enteró -a requerimiento de los padres del muchacho- de las andanzas de nuestro amigo.
Así las cosas, los padres del muchacho le pidieron al cónsul amigo que pusiera a Juan en un avión de vuelta a su país. Ahora no sabía cómo hacer para llevar consigo el arma a casa. Pasaban los días y se le ocurrió pasarla escondida dentro de una grabadora de cinta magnética, unos aparatos con la dimensión de una maleta pequeña que usaba 2 carretes de unas 5 pulgádas de diámetro.
Desarmó la pistola en sus partes componentes y amarró las piezas al mecanismo de la grabadora .
Llegó el día de la salida del viaje de regreso. Juan se presentó temprano en casa del cónsul para que lo llevara al aeropuerto; de camino a la terminal indagó si existían en ese aeropuerto sistemas de rayos x para inspeccionar el equipaje y al escuchar la respuesta afirmativa le corrieron sudores fríos y un cosquilleo le subió por el estómago repentinamente. Optó por abandonar el atrevido intento de llevar su pistola a su país y con tristeza "olvidó" intencionalmente la grabadora en el baúl del Jaguar del cónsul......
Cuando el cónsul vino a darse cuenta de la grabadora olvidada habían pasado varios días de la salida de Juan hacia el país. Como los cónsules se codean con los agentes navieros, un día le pidió el cónsul al capitán de un barco que precisamente se dirigía a donde vivia Juan, que por favor hiciera llegar la grabadora al Joven estudiante. Y así lo hizo. Al llegar el buque al lejano puerto, el capitán bajó del barco con su grabadora el la mano, tomó un taxi hasta donde Juan. Gran susto se dió otra vez el muchacho al ver su aparato en manos de un hombre uniformado; uniformado de capitán de navío mercante, gracias a Dios!!!
la verdad es notable que la perseverancia ,triunfa no siempre como lo planea pero triunfa al fin.
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